miércoles, 13 de abril de 2016

ENTREVISTA A MAITE CARRANZA

Tu obra es principalmente infantil, aunque también hay libros juveniles. ¿Quiénes son más difíciles de complacer, los niños o los jóvenes? O al revés si lo prefieres ¿Qué es más fácil? ¿Lidiar con una "Margarita Metepatas" o buscarle un novio a una hermana?

La literatura infantil, entendida como aquella dirigida a menores de 11 o 12 años, es un territorio de tópicos y malentendidos entre los cuales me irrita especialmente el que considera a los niños como adultos de bajo coeficiente intelectual. Eso genera una subliteratura para niños donde prima la estupidez.
Los niños y sus procesos cognitivos son diferentes a los adultos y en su especificidad se esconde el misterio. Equivocadamente podemos pensar que resulta fácil puesto que el número de páginas de las colecciones infantiles es menor y los argumentos de las historias que narramos deben ser más simples, el lenguaje más directo y la acción más clara. Y en eso, precisamente, reside la dificultad. Conseguir explicar una historia conmovedora, divertida, o emocionante con una estructura dramática contundente, con pocas palabras y de una forma eficaz , sin que falte ni sobre una coma resulta tremendamente difícil. Ya lo dice el refrán: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y para acabar de complicarlo la literatura infantil debe sustentarse en la oralidad y las imágenes. Si un cuento no resiste la prueba de ser leído en voz alta o no inspira al ilustrador el fracaso es evidente. La magia de la literatura para niños se nutre del oficio de los cocineros sabios que dosifican los ingredientes de sus recetas.

A mi, personalmente, me cuesta más escribir para niños que para jóvenes, aunque no me rindo y continuo –cabezota que soy- explorando posibilidades.
El mundo de los adolescentes, por otra parte, me resulta sumamente atractivo y cuanto más me zambullo en él más me doy cuenta de que es una fuente inagotable de historias. Tal vez porque los adolescentes y los más jóvenes sí que son ya proyectos adultos sin pulir que aun conservan la ingenuidad de su infancia, pero que desean desesperadamente ser reconocidos como miembros de pleno derecho de la sociedad. Los adolescentes son artilugios generadores de conflictos dramáticos que cambian de envoltorio con las modas, pero que se nutren de problemas eternos y atemporales. Irresolubles tal vez, pero apasionantes. Un caramelo para los escritores.
link entrevista: www.eltemplodelasmilpuertas.com/entrevista/maite-carranza/83/

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